Hoy caminando por Barcelona me doy cuenta que las calles aún huelen a ti. Todavía a veces, recuerdo nuestras caminatas a media luz por las calles de Barcelona. Andábamos y andábamos toda la noche hasta que se nos hacía tarde. Mientras paseábamos te dedicabas a cantar cualquier canción, y yo, me las acababa aprendiendo porque te emperrabas hacer la segunda voz.
Contigo las calles tristes y grises del centro de Barcelona cambiaban de color. Nos besábamos en cada esquina, en medio de la calle parando los coches, en la playa, en el bar… da igual dónde estuviéramos y quién hubiera delante.
Me mirabas a los ojos y sabías lo que pensaba. Me enseñaste a hablar de mis sentimientos, de mis emociones, me enseñaste a dar un paso más, a dar un beso, un abrazo, a cogerte de la mano, a romper las barreras, los miedos, me mostrabas la vida de otra forma y después de todo también me enseñaste lo difícil que puede ser olvidar a alguien.
Ahora que ya no estás, los recuerdos me vienen a la cabeza como una película en la que la protagonista era yo. Sin embargo, ahora ni siquiera eso lo tengo claro, y de esto no hace tanto, pero aun así, lo recuerdo todo borroso.
La última noche que nos vimos, supe que iba a ser la última. Lo decidí en ese mismo instante. Sabía que no quería volver a verte, y tú también lo sabías. Después nos cruzamos miles de palabras, reproches, esperanzas, excusas, añoranzas…
Pero desde entonces… no nos hemos vuelto a ver. Ni nos volveremos a ver.
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