Tocó el timbre. Esperó unos instantes pero no contestó nadie. Al final, decidió abrir la puerta, con aquella enorme llave que había guardado durante tanto tiempo. Abrió la puerta con un poco de esfuerzo y entró en la casa.
-Hola… ¡hola!- no se escuchaba nada y no se veía ninguna luz.
-¿Hay alguien?- gritó, para asegurarse. A esas horas normalmente siempre había alguien, pero hace mucho tiempo. Que raro nadie contesta, pensó para sí.
Cerró la puerta y sin encender la luz decidió recorrer todo el pasillo hasta llegar al salón. La verdad es que se conocía el camino de memoria. Durante mucho tiempo él había estado viviendo allí, hasta que la Sra. Petranila, una anciana muy agradable que siempre guardaba luto a su marido, murió de cáncer. Al acercarse al salón le pareció ver que había un resquicio de luz. Quizá habrá alguien, pensó.
Era un salón amplio, de una de esas antiguas casas en las que el mobiliario está sobre recargado y las paredes están llenas de cuadros de antepasados familiares. Ya hacía mucho tiempo que deberían haber vendido la casa, pero nunca encontraron el comprador adecuado.
Al entrar al salón vio que el televisor estaba encendido, pero no se escuchaba nada. En la pantalla aparecían unos personajes que se reían, parecía un concurso. Alguien se habrá ido sin darse cuenta que estaba encendida, se apresuró a pensar. Más tarde se atrevió a especular para sí mismo, quizá habrán salido todos juntos a ver aquella obra de teatro, y sin resignarse a la realidad, gritó -¡me podrían haber dicho algo!-
-Quién sabe- se limitó a decir finalmente, mientras se dirigía a la habitación que había ocupado durante tanto tiempo. Fue caminando poco a poco pues aunque se conociera el camino, no quería tropezar. Al abrir la puerta se encontró que la ventana estaba medio abierta y entraba un poco de luz de la calle. Pero no había nadie, como era de esperar. Todo estaba tal y como lo recordaba, aunque ya no había nada que personalizara esa habitación. Como movido por un latigazo se fue aprisa al salón y abrió el mueble bar. Todavía esperaba encontrar alguna botella de whisky que se habría dejado la última vez que quedó allí para echar un polvo, vete a saber con quién. -Sí- aún estaba la botella. En su cara se dibujó una sonrisa.
Cogió un vaso y buscó hielos en la cocina. Pero no iba a tener tanta suerte esa noche. Pegó un trago al whisky mientras iba de camino al salón. Miró a su alrededor. Todo le parecía estar igual que hacía años. Finalmente, se sentó en un sillón verde de terciopelo. Al sentarse se hundió y casi se le cae el whisky. Pero tal y como estaba se sentía cómodo. Ni siquiera cambió de canal ni subió el volumen. Estuvo bebiendo toda la noche… hasta que se durmió.
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