Ya era tarde, debían de
ser... las cuatro o las cuatro y media pero tu no me dijiste nada.
Estábamos en el anden del metro esperando que llegara el maldito tren. Tu mirada me lo decía todo, te estabas muriendo de sueño. La verdad es que yo estaba demasiado despierta y no paraba de hablarte mientras tu me escuchabas con los ojos cerrados, si es que me escuchabas. Fue mientras te comía la cabeza con vete a saber qué cuando apareció aquella chica joven. Y es que, ya era tarde.
Sí, era ella, ¿te acuerdas? parecía que iba sola. No pude evitar mirarla bien, creo que nunca había visto a nadie en sus condiciones ir por el metro a esas horas. Bueno, por fin llego el metro. No nos sentamos juntas, tu en un sitio y yo en otro, pero te podía ver reflejada por el cristal del vagón. Yo tenía muchas ganas de llegar a casa, supongo que tu más, pero no me dijiste nada.
Ella era como la nieve y él como el ébano. Estaban los dos dentro del metro pero en sitios diferentes. Tras una cuantas paradas derrepente ella se levantó y fue corriendo hacia el chico mientras su cara palidecía por momentos.
Creo que nadie hubiera pensado que iban juntos. Y sé que en su profundo ser ella tampoco lo hubiese deseado.
La chica casi sin voz y ahogándose le dijo que se tenía que bajar en la siguiente, porque se encontraba mal, él mirándola de reojo comentó algo a otros que iban con él. Fue entonces que le respondió que se esperara que ya quedaba poco. Ella entre convulsiones le dijo que no, que ya no podía más. Y fue entonces cuando su cuerpo empezó a retorcerse por dentro y por fuera. Y su boca escupió todo lo que llevaba sin decir durante meses, toda la mierda que se había estado comiendo sola y en silencio. Todo eso se materializaba en bilis y otras sustancias asquerosas. Él ni la miraba, ni le ayudaba, ni cambió el gesto, ni cambió la postura simplemente no la amaba.
A mi me daba asco, a ti también pero no me dijiste nada. Hubo una persona que salió corriendo pero no fue para ayudarla sino para evitar que le salpicaran. Que asco me daba. Y nadie podía hacer nada por ella. Que asco me daba. Era ella la que tenía que enviarlo todo a la mierda, aunque quizá ya fuera muy tarde. Por el tamaño de su barriga quizá nueve meses tarde.
Estábamos en el anden del metro esperando que llegara el maldito tren. Tu mirada me lo decía todo, te estabas muriendo de sueño. La verdad es que yo estaba demasiado despierta y no paraba de hablarte mientras tu me escuchabas con los ojos cerrados, si es que me escuchabas. Fue mientras te comía la cabeza con vete a saber qué cuando apareció aquella chica joven. Y es que, ya era tarde.
Sí, era ella, ¿te acuerdas? parecía que iba sola. No pude evitar mirarla bien, creo que nunca había visto a nadie en sus condiciones ir por el metro a esas horas. Bueno, por fin llego el metro. No nos sentamos juntas, tu en un sitio y yo en otro, pero te podía ver reflejada por el cristal del vagón. Yo tenía muchas ganas de llegar a casa, supongo que tu más, pero no me dijiste nada.
Ella era como la nieve y él como el ébano. Estaban los dos dentro del metro pero en sitios diferentes. Tras una cuantas paradas derrepente ella se levantó y fue corriendo hacia el chico mientras su cara palidecía por momentos.
Creo que nadie hubiera pensado que iban juntos. Y sé que en su profundo ser ella tampoco lo hubiese deseado.
La chica casi sin voz y ahogándose le dijo que se tenía que bajar en la siguiente, porque se encontraba mal, él mirándola de reojo comentó algo a otros que iban con él. Fue entonces que le respondió que se esperara que ya quedaba poco. Ella entre convulsiones le dijo que no, que ya no podía más. Y fue entonces cuando su cuerpo empezó a retorcerse por dentro y por fuera. Y su boca escupió todo lo que llevaba sin decir durante meses, toda la mierda que se había estado comiendo sola y en silencio. Todo eso se materializaba en bilis y otras sustancias asquerosas. Él ni la miraba, ni le ayudaba, ni cambió el gesto, ni cambió la postura simplemente no la amaba.
A mi me daba asco, a ti también pero no me dijiste nada. Hubo una persona que salió corriendo pero no fue para ayudarla sino para evitar que le salpicaran. Que asco me daba. Y nadie podía hacer nada por ella. Que asco me daba. Era ella la que tenía que enviarlo todo a la mierda, aunque quizá ya fuera muy tarde. Por el tamaño de su barriga quizá nueve meses tarde.
Bueno, es una historia cruda, casi tanto como los alimentos que debió expulsar por vía oral la desgraciada chica.
ResponderEliminarA veces las cosas salen mal. Hay monstruos sueltos por ahí. Sea como sea, enhorabuena por tu oscurantista estreno.
Cuando alguna de tus historias arroje luz y esperanza, brillará mucho al lado de toda la mierda de la que hablas!
Vaya comienzo...
ResponderEliminarMuy bueno, Olguita. Me ha gustado mucho. Espero que sigas en esta linea visceral tan catártica y nos vomites todo lo que te haga falta. Para eso estamos. Un beso.