Odias la gente que te molesta que se mete en tu camino, no te dejan que las cosas salgan como tu quieres. Por eso los odias a todos. Sientes soledad infinita por cada poro de tu piel. No te apetece ir con ellos. No los conoces. No te conocen. Además, ocupan tu lugar imaginario. Has sentido un divorcio, una separación, un duelo con todo. Esa gente antes no estaba donde están ahora.
Como si llegara un nuevo compañero de trabajo que te quita el puesto, que lo hace todo mejor que tu. Y te quedas relegado, mirando y esperando tu turno. Ese turno que nunca llega, ese nombre que nunca se pronuncia y que antes pronunciaban todos. O eso creías. Te quedaste en el olvido, en el más profundo olvido de la gente y ya nadie te recuerda ni te necesita.
Tu falta de energía hace que no te muevas de tu sitio. Mientras esperas y buscas la satisfacción desde el exterior. Esperas de los demás algo, algo que te haga sentir bien. Pero cada vez te hundes más en una depresión.
Los que antes estaban ahí ya no quieres verlos, no te apetece estar con ellos. No te apetece compartir nada con ellos. Pues crees que si te miran a los ojos verán el fracaso que ves en ti, tu inutilidad. Verán que no eres capaz de hacer nada serio en la vida, nada productivo, nada potente. Y es que sientes que todo a tu alrededor es basura y declive. No has reaccionado a tiempo, y como arenas movedizas te adentras en el fango. Adentrándote en ti mismo y alejándote de los demás, desconectándote afectivamente. Faltándo ese cariño, ternura, calor y confianza en que puedes salir de esta. Reprimiendo tus emociones en lugar de sacarlas, expresarlas y pedir ayuda por orgullo.
Como si llegara un nuevo compañero de trabajo que te quita el puesto, que lo hace todo mejor que tu. Y te quedas relegado, mirando y esperando tu turno. Ese turno que nunca llega, ese nombre que nunca se pronuncia y que antes pronunciaban todos. O eso creías. Te quedaste en el olvido, en el más profundo olvido de la gente y ya nadie te recuerda ni te necesita.
Tu falta de energía hace que no te muevas de tu sitio. Mientras esperas y buscas la satisfacción desde el exterior. Esperas de los demás algo, algo que te haga sentir bien. Pero cada vez te hundes más en una depresión.
Los que antes estaban ahí ya no quieres verlos, no te apetece estar con ellos. No te apetece compartir nada con ellos. Pues crees que si te miran a los ojos verán el fracaso que ves en ti, tu inutilidad. Verán que no eres capaz de hacer nada serio en la vida, nada productivo, nada potente. Y es que sientes que todo a tu alrededor es basura y declive. No has reaccionado a tiempo, y como arenas movedizas te adentras en el fango. Adentrándote en ti mismo y alejándote de los demás, desconectándote afectivamente. Faltándo ese cariño, ternura, calor y confianza en que puedes salir de esta. Reprimiendo tus emociones en lugar de sacarlas, expresarlas y pedir ayuda por orgullo.
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