A veces, te miras al espejo y te dices: hoy no es mi día. No sabes por qué pero te miras y te das cuenta que… no brillas, que no tienes esa luz que a veces desprendes, y que ese día, hagas lo que hagas, no te saldrá bien. Así que sales a la calle, con suerte, creyendo que el espejo se ha vuelto a equivocar. Que te está cogiendo manía y que empieza a ser hora de cambiarlo. Mientras te repites una y otra vez: ¡no, no, no puede ser, hoy sí será mi día!. La otra opción, es reconocerlo y salir a la calle con la esperanza de que alguien sea capaz de demostrarte lo contrario. Pero al rato te das cuanta que te equivocas, sobretodo si lo primero que haces es coger un metro atestado de gente para después dirigirte al trabajo. Pues el sábado por la tarde salí de mi casa con la impresión de que no era mi día pero creyendo que el espejo se había vuelto a equivocar. ¡Maldito espejo! Por suerte ese día no iba a trabajar. Se puede decir que llevaba varios días con un tema pendiente. Aunque también se ...