De pequeños nos preguntaban: “¿Qué quieres ser de mayor?” y nosotros contestábamos muy contentos: bombero, policía, bailarina, profesor, cantante, superhéroe, pizzero, veterinario y un largo etcétera, bastante vario pinto. Muchos contestábamos ilusionados y convencidos, mientras nuestros padres ponían el grito en el cielo “¡eso no puede ser!, ¡eso no tiene porvenir!, ¡Con eso no ganas nada!” pero nuestra ilusión no nos la quitaba nadie.
Normalmente, cuando llegabas al instituto la profesión de maestro la descartabas. Más adelante, y después de haber estado trabajando algunos años en cualquier cosa, retomas la idea de ser profesor al darte cuenta de que por trabajar la mitad de horas te pagarían el doble y, sobretodo, al descubrir que puedes recuperar esas fantásticas vacaciones inacabables de cuando eras un estudiante. Todo un sueño para cualquiera.
De más mayores, ya empezamos a implantar en nuestros ideales esas típicas profesiones: médico, periodista, abogado, informático, psicólogo, publicista, etc. Digamos que le vamos dando un poco de realismo a nuestras ilusiones.
Al acabar la carrera te dedicas a buscar trabajo “de lo tuyo”. Primero empiezas haciendo prácticas y, si tienes suerte, acabas de becario donde como mínimo se dignan a pagarte el transporte. Pero, tú tienes miles de proyectos en la mente y crees que trabajar "de lo tuyo" será lo mejor, harás lo que te gusta, no pegarás palo y ganarás bastante. Así que decides gastarte una millonada para hacer un master o un posgrado, bueno a algunos se lo pagan sus padres. Luego hay otros que deciden hacer otra carrera y alargar su vida universitaria.
Pero un día u otro llega la hora, encuentras trabajo “de lo tuyo” y te das cuenta de la realidad, todo ha sido una mentira. Entonces empiezas un estadio depresivo que se agrava al darte cuenta de que tienes que hacerte autónomo. Cada mes tienes que pagar una cuota y cada tres meses otra, te vuelves loco pidiendo facturas por todo, no tienes pagas extras y lo único que tienes son gastos. Sí, son esos señores que parece que nunca están enfermos. Y es que, al final se cumplen nuestros deseos, nos acabamos convertiendo en superhéroes.

Yo de pequeño quería ser barrendero, luego cocinero; en el colegio, abogado; en el instituto profesor; después psicólogo y al final me hice actor. Creo que hice el camino al revés.
ResponderEliminar¡Qué bonito tu post! Jeje, y gracioso. Un aplauso para los autónomos y para los que trabajan 'de lo suyo'.